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Texto - Paulina Cocina, el sentido de su vida


Un día estaba estudiando para su doctorado y decidió filmarse cocinando un pastel. Hoy es reina en YouTube


"Hago recetas y digo boludeces. Al mismo tiempo”. Así se presenta Paulina G. Roca en su biografía de Instagram. Tiene 43 años y su verdadero nombre es Carolina Puga, pero eso es lo que menos importa (ver recuadro). Paulina G. Roca es una de las youtubers de mayor éxito de Argentina: y se construyó de cero, no hubo fama previa, sino un estudio preciso de las métricas y carisma.


“Paulina Cocina es pueblo”, dijo Narda Lepes en las redes hace un par de días para defenderla de una serie de comentarios maliciosos. Lo de “pueblo” tiene que ver con que no es chef ni nutricionista ni tiene ningún título que le legitime sus capacidades culinarias, pero Paulina ha sacado a relucir dos cosas: su humor sencillo y su normalidad culinaria de destaque y sin pretensiones. Con eso ha conquistado a por lo menos unos dos millones de suscriptores en YouTube.


La anécdota del nombre

Muchos piensan que la razón por la que utiliza un nombre ficticio para presentarse en sus redes sociales y en su popular canal de YouTube Paulina Cocina es esconder su verdadera identidad. Pero, como contó la youtuber recién este año para una entrevista con el programa Caja Negra de Filo News, la verdadera razón detrás del pseudónimo que cobró vida propia fue no exponer esas “boludeces” que hacía en YouTube ante su vida más seria como estudiante de un doctorado de sociología. “Cuando vos mandás para que te den una beca, para que te publiquen en una revista indexada y esas cosas, lo primero que hace quien lo recibe es googlear tu nombre. Entonces yo no quería aparecer haciendo pelotudeces en YouTube”. Paulina G. Roca es un anagrama de su verdadero nombre: Carolina Puga.


Lo que Paulina logra así es genuinidad e identificación, eso que en estos tiempos todos buscan en la red. Cualquiera puede imitar lo que Paulina cocina, cualquiera se queda a ver videos de YouTube donde alguien habla como hablarían los amigos, sin pose aparente, con espontaneidad mientras enseña a hacer ñoquis de papa.

Lo que empezó casi que por broma terminó en su propio imperio. Hoy tiene blog, ebooks publicados, una tienda online, marcas asociadas y da cursos que rondan los US$ 30. Entre sus videos más populares están aquellos en los que prepara y planea comidas para toda la semana a los que titula #1000preps (por meal prep en inglés). Paulina es, lo ha dicho, esa chica que siempre soñó con tener un programa de cocina pero no por con ser cocinera y ahora es todo eso; hasta se convirtió en su propia jefa. Y su propia empleada: los nombres que aparecen en “producción” y otros roles en la presentación del blog son el suyo con las letras reordenadas mediante anagramas (su pequeño vicio).

El germen del éxito estuvo en Barcelona donde estudiaba su doctorado de sociología y, a la vez, se “hacía la conductora”. Esos ratos que dedicaba a algo tan terrenal como cocinar, los aprovechaba para escaparse del tema gigante que había elegido para trabajar en el doctorado sobre los migrantes que mueren en el mar europeo.

“Jugaba a ser una niña en su cocinita. Luego, se venció el dominio, olvidé pagarlo, alguien lo compró y abandoné todo, sabiendo que en algún momento lo iba a volver a arrancar. Viví varios años en Barcelona, me casé y, el día antes de volver a la Argentina me compré una cámara nueva, ya pensando en retomar Paulina Cocina”, contó a La Nación.


El pastel de carne

“Algunos de ustedes no habían nacido cuando este video se subió. Era 11 de julio de 2009”, comentó en un vlog de 2019 titulado Reacciono a mi primer video! “La idea del programa era que yo ya era recontra famosa y me comportaba como tal”. Paulina habla de su ropa y su corte de pelo, muestra un elefante de peluche, una caja de tés y un delantal que, en su fantasía, habían enviado fans del programa pero, en realidad, nombraba a sus amigos. “Todo era mentira, menos la receta. Todo”.


“Tenemos papas, algunas; ají morrón, cebolla. Ahora me voy a poner a cortar las papas para hacer un puré y lo voy a hacer rapidísimo”. La receta era pastel de carne. En ese entonces la incipiente youtuber publicaba los videos una vez por semana, pero no miraba ni siquiera las reproducciones que tenía. “Lo hacía para reírme yo primero y después para mis amigos”, comenta en la revisión del video y añade: “Todos mis primeros videos están ahí. No los quiero sacar. Son parte de la historia de Paulina Cocina”.


Cinco o seis años después Paulina buscaba otra cosa y retomó. Dejó de ser un juego y cobró un nivel de seriedad que la tenía horas mirando tutoriales para la edición, leyendo sobre cómo posicionarse en buscadores, investigando toda la teoría para que sus videos fueran un éxito en reproducciones. Hoy en día, con ese éxito alcanzado y marcado en los millones de seguidores, sigue tan atenta a las métricas como siempre.


Le cambió la vida y la apasiona. Desde que empezó se levanta con otra energía y nunca tiene pereza. Pero no deja de ser un trabajo al que tiene que buscarle los mecanismos para que funcione. A La Nación, contó: “La norma nunca es mi propio gusto: mido todo, veo qué quiere la gente. A veces me siento una mercenaria del clic”.


En esa misma entrevista habla del golpe al ego que le resultó medir en las métricas que la gente adelanta los videos (no todos, pero unos cuantos) cuando ella habla. Lo que quieren, dice, es la receta que hace. Por eso también recalca cada vez que tiene oportunidad que no, que no es cocinera, que se come bien en su casa y que cocina cada vez mejor, pero que su mayor presión son seis amigos tomando vino. Eso sí, aunque se declara una nostálgica curada, igual habla que de la cocina de su abuela aprendió el amor a ese momento donde cuerpo y cerebro está a disposición de lo que pasa ahí, entre la mesada y las hornallas.


Antes de ser Paulina Cocina, Carolina creía que quería ser periodista. Empezó estudiando comunicación y no le convenció. Estudió sociología porque en su momento pensaba que la preparaba más para esa profesión. “Entré así, después me copé con la sociología”, contó a Filo News. Esa carrera a la que dedicó años de estudio la ejerció sobre todo en el tiempo que vivió en España, trabajando para una ONG dedicada a infancia y adolescencia.


Barcelona y la nostalgia

“Fui nostálgica mucho tiempo. Se me curó”, contó Paulina Cocina al programa Caja Negra de Filo News. Pero en un video en Youtube admitió que todavía guarda el pasaporte italiano de su abuela. “Si vivís fuera de tu país y sos nostálgico la pasás re mal. Remal. Ojalá no me vuelva nunca porque es un sentimiento espantoso el de la nostalgia, me parece horrible”. Paulina Cocina comenzó en Barcelona, cuando Carolina Puga estudiaba para su doctorado en Sociología. A España se fue porque desde que era niña tenía claro que, al menos por un tiempo, quería estar en otra parte del mundo. Terminaron siendo unos cinco años: los estudios, conoció a su pareja, tuvo a su primer hijo, empezó a trabajar. Un día decidió que no podía envejecer allí y le propuso a su familia para volver a Buenos Aires.



Asimismo, cuando se trató de hablar sobre un tema que para ella era fundamental como la ley de interrupción voluntaria del embarazo en Argentina, lo hizo: “Sentí que debía decir algo y lo dije”. Le pesaron los miles de seguidores que perdió, pero su convicción es más fuerte y la mantiene. Al final, cambió el público y recuperó en números los seguidores que se habían ido.

A veces todo se vuelve un poco más serio, pero Carolina Paulina siempre quiso “hacer boludeces” y lo logró.


A la mesa con otros youtubers

El ser su propia jefa le permite hacer todo aquello que le venga a la cabeza. Un día quiso ser la Mirtha Legrand de YouTube y creó su especial de cinco episodios de La mesa de Paulina. Los invitados fueron otros youtubers que, como ella, conquistan al público rioplatense con sus videos. Para la inauguración de esa mesa que duró unos meses de 2019 estuvo, por ejemplo, el polémico Martín Cirio (Faraona). De allí también surgieron colaboraciones con otros de la comunidad, como otra youtuber culinaria, Caro Trippar, con la que se propusieron hacer juntas una receta que nunca les salió: el cheescake japonés.

El Pais digital


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